Puedo decir que encontré la antigua biblioteca, me temo que
no era sólo una leyenda. He estado ahí y agradezco al cielo haber encontrado la
fortaleza necesaria para salir, sano y cuerdo.
Nunca volvería a entrar
en ella, pues si lo hiciera, puede que ya no saliera esta vez.
No, no diré en que
parte del viejo mundo se encuentra exactamente, “Il mistero è chiuso in me”, pues no quiero cargar con el destino
de muchos desafortunados en mi conciencia. Acecha oculta a simple vista, una
biblioteca dentro de otra, como un alma perversa dentro de un cuerpo atractivo.
Ese cuerpo es el de una institución
reconocida, con instalaciones confortables, modernas. Un lugar muy completo en
cuanto a calidad y cantidad de obras. Ocurrió
que entre ellas, en uno de sus tantos pasillos tapizados de libros, encontré
las obras de uno de mis autores favoritos. Claro que me llamó la atención de
inmediato. Allí estaban todas sus obras, las que leí, las que todavía no había
leído, e incluso más. Había obras que no reconocía. No las había visto antes en
librerías, sitios web o en otra biblioteca. No las había oído nombrar siquiera.
Tomé una de ellas con curiosidad:
“Blues del reparador de mundos “, Tayuki
Kimamoto.
“El joven
Miyashi despierta temprano con la esperanza de encontrar un nuevo empleo. Está
por conocer a un particular entrevistador que le confirmará que es la persona
adecuada y que el puesto será suyo…si realmente lo quiere. Sin embargo, deberá
pensárselo bien, pues si bien nada le faltará, será una tarea para toda la
vida. Una tarea que le obligará a replantearse lo que realmente cree saber
sobre la realidad”.
Como es mi costumbre, leí la primera página, y su comienzo atrapó mi
interés. Quería conocer esa historia, pero había más. De hecho, había mucho
más. Junto a ese estante había otro, y otro más, cada uno con nuevas obras
desconocidas de mis autores favoritos: maestros del terror, el suspenso, la
novela erótica, los cuentos, los microrrelatos. El pasillo se extendía más de
lo que yo recordaba. Me di cuenta de que ya no escuchaba otras voces, parecía
estar solo, pero el entusiasmo era por el momento mayor que mi preocupación.
No sé cuánto estuve caminando. Me encontré, siguiendo la misma dirección,
con más obras que despertaban mi interés. Ahora a los autores no los conocía ni había oído nunca
de ellos, y allí estaban sus obras, tal vez completas. ¿Cuánto tiempo podría
pasar entretenido con estas historias? Teniendo en cuenta lo que había visto y
lo que aún restaba…más tiempo del que podría vivir. Si elegía cuidadosamente
unas obras, estaría renunciando a otras. Si dedicaba mucho de mi tiempo a leerlas, no
tendría tiempo para socializar, para escribir mis propias obras, para continuar
mi trabajo dando clases. ¿De qué me serviría reunir el conocimiento de tantas
obras si no pudiera reseñarlas, comentarlas, recomendarlas? ¿Por qué apartarme
de mi vocación, si el sentido que tiene el reunir conocimiento es luego poder
darlo a otros? Devolví uno de esos libros a su sitio cuando algo noté algo más:
en el mismo estante, al alcance de mi
mano y algo más arriba, había libros con mi nombre.
El primero que tomé lo confirmó: mi nombre y mi foto. Una tal editorial
Jano, y la fecha actual. Miré de nuevo otras obras. Todas tenían fecha actual y
la misma supuesta editorial. Jano, dios romano de dos caras que miran en
direcciones opuestas; dios de las puertas, de los principios y de los finales.
El propio mes de “enero” es una variante de su nombre, y aún en idiomas como el
inglés y el portugués se nota la similitud con “January” y “Janeiro”.
Probé a abrir una mis obras inéditas y ver la primera página. Apenas al
intentarlo, sentí el ruido de una puerta cercana que comenzaba a cerrarse. Así
que ése era el precio. Yo no había visto más que títulos, no había leído más
que unas pocas líneas. Si buscaba de inmediato la salida, tal vez pudiera
encontrarla. ¿Sería así o ya sabía demasiado?
No hace falta decir que alcancé la salida caminando a buen paso y sin mirar
atrás. ¿De qué serviría que llamara a otros, que les hablara de libros y
autores inéditos en más espacio del disponible?
Ese lugar maldito no se abriría a cualquiera. ¿A quiénes habría atraído
con semejantes tentaciones? ¿Cuántas personas estarían todavía leyendo, ajenas para siempre al resto del
mundo? Ese lugar les ofrecía relatos literalmente atrapantes, pero a cambio se
quedaba con sus vidas, y lo que sus
vidas pudieran dar al mundo. ¿Era una biblioteca infinita cuyas características
no podemos comprender, o una de las formas que puede tomar el infierno, para
atrapar almas y quitárselas al mundo? Tal vez fuera ambas cosas, pues un
infinito puede contener a otro.
No niego que hasta el dia
de hoy sigo sintiendo a veces la tentación de regresar a ese lugar, mas no
conozco a nadie más que haya ido, como yo; y menos aún, alguien que de su
segunda visita haya regresado.
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