Crítica: La dama de negro

El joven abogado Arthur Kipps ( Daniel Radcliffe) es enviado desde Londres a un pequeño pueblo rural. La dueña de una propiedad en las afueras del pueblo ha muerto recientemente y él debe recoger los documentos privados y llevarlos a la capital antes de la venta de la propiedad.
Lo que parece un trabajo simple se complica desde el principio: en ese pueblo es mal recibido y desean que se marche cuanto antes, de ser posible, sin visitar esa propiedad. Tan pronto como logra  llegar a la mansión  abandonada, le parece ver a una mujer vestida de negro en el cementerio familiar a un costado de la mansión. Ese será sólo el primero de una serie de acontecimientos inquietantes, y por cada uno de ellos habrá terribles repercusiones en el pueblo. A medida que Kipps lee los documentos que encuentra, conoce los detalles de una historia macabra que incluye la muerte de un niño muchos años atrás.  La fuerza maligna que habita en esa propiedad, el espíritu de la madre de ese niño, busca venganza con los niños y niñas del pueblo, y ahora intentará atentar también contra el hijo del abogado. Kipps debe ir más allá de su misión original, y encontrar la manera de vencer o aplacar esa fuerza  maligna antes de que sea demasiado tarde.
Daniel Radcliffe parece todavía encasillado en el género de lo fantástico y lo sobrenatural, aunque logra dejar atrás a Harry Potter e interpretar a un personaje más serio, más vulnerable y con mejor verosimilitud. La fotografía es muy buena, junto con los primeros planos de diversos elementos que en conjunto aportan bastante a la atmósfera del terror, y los silencios cargados de tensión. El clima de temor se crea en principio desde la amenaza de algo indefinido, algo que poco a poco va tomando forma a medida que avanza la investigación del protagonista, hasta llegar a un climax de hechos sobrenaturales muy concretos. El final es un inesperado y emotivo cierre para una obra bien escrita, interpretada  y dirigida.


Calificación personal: * * * * Muy buena.